Lucio,
el anarquista irreductible
Bernard Thomas
Thomas,
Bernard: Lucio, el anarquista irreductible (col. Isabelle Villemont,
trad. Albertina Rodríguez y Francisco Rodríguez de Lecea),
Barcelona, Ediciones B, 2001 (Memorama), 301 págs. 2.900 pts.
(_ 17,43).
No
es fácil hacer un comentario de un libro como este, lleno de
vitalidad, emoción, pasión... Difícil de resumir
porque incluso sus extensas páginas son pocas para condensar
una vida tan intensa.
Lucio es
el producto de un niño sensible y honesto en un mundo donde reina
la violencia, la injusticia y la opresión. Nace en un pueblo
de Navarra en el seno de una familia humilde. Sus condiciones materiales
son tan escasas que Lucio sufre el desprecio de los que tienen, y se
siente desde muy pequeño marginado y menospreciado. Las relaciones
durante la adolescencia, cuando empiezan las amistades con el otro sexo,
son patéticas. Una sociedad clasista y anclada en el pasado,
recién salida de una guerra civil, impide que se formen parejas
donde la economía de sus respectivas familias no esté
equiparada. La gota que rebosa el vaso: un padre enfermo, sufriendo,
que no puede aliviar sus dolores por falta de recursos económicos
para adquirir medicamentos. Así comienza a forjarse su rebeldía
contra el Poder e inicia su andanza para transformar la sociedad. Su
vida desde entonces será un empeño constante, tenaz, con
férrea voluntad para vulnerar las normas del juego que hacen
factible el mísero, opresivo e injusto mundo en el que vive.
Sus primeras
ilegalidades comienzan en la frontera, pasando clandestinamente productos
franceses a España. Empieza a constatar la hipocresía.
Son los poderosos los que se enriquecen con el contrabando, con los
oídos sordos y la vista ciega de las autoridades. Su primera
gran proeza, donde muestra su inteligencia y astucia, es en el Ejército,
cuando hacía el servicio militar. El primer susto serio: a punto
de ser descubierto por la venta de ropa militar, tuvo que desertar y
pasar a Francia. En España, si le cogen, le hubieran podido condenar
a muchos años de prisión. Lo mismo que hacía Lucio
lo hacían otros, pero no eran simples soldados. Los chanchullos
para enriquecerse los podían hacer los jefes, los que tenían
medallas, pero no un cualquiera.
En Francia trabaja en la construcción. Al poco de su llegada
al país vecino conoce a Francisco Sabaté, el Quico, y
comienza sus andanzas en el mundo libertario, desconocido para él
hasta entonces. El guerrillero catalán aparece en casa de Lucio
en momentos de apuro. Sabaté está en plena acción
contra la dictadura franquista, con incursiones habituales por los Pirineos.
Siempre
con la paleta para poder vivir, en su tiempo libre Lucio es un inagotable,
incansable y activo anarquista que no deja de pensar cómo hacer
para luchar por la causa. El anarquista irreductible tiene como lema
«ladrones privados contra ladrones de Estado». El dinero
que se obtiene por otros medios que no sean la paleta serán destinados
a difundir las ideas, ayudar a compañeros en situaciones difíciles...,
pero no para vivir. Lucio es un trabajador de la construcción,
no un revolucionario a sueldo.
Son varios
los casos por los que Lucio es más conocido. Cuando Albert Boadella
fue procesado por representar La torna con la compañía
Els Joglars, Lucio le facilitó un pasaporte perfecto. El cómico
catalán pudo salir y entrar en España cuantas veces quiso,
sin ningún problema. Eran los inicios de la democracia en España,
y ya para entonces el anarquista irreductible era un gran experto y
especialista en falsificación de documentos.
El caso
más sobresaliente es el de los falsos cheques de viaje. Eran
tantos y tan bien confeccionados que incluso los más expertos
peritos del propio banco dudaban de cuáles eran auténticos
y cuáles falsos. La situación era realmente preocupante
para el banco americano First National City Bank, rebautizado Citibank.
Altos directivos tuvieron que desplazarse a Francia para solucionar
el problema porque de seguir así el banco iba a la quiebra. Lucio
está acorralado y casi sin salida, las autoridades galas ya le
han detenido en diversas ocasiones y ha estado varios meses en la cárcel.
Los directivos del banco quieren negociar, pero no con un simple operario
detenido, quieren hablar con el jefe de la banda. Los ejecutivos americanos
no alcanzan a comprender cómo un trabajador de la construcción,
que vive de un salario, puede tener la capacidad de hacer cheques falsos
y que los destine a una causa que no alcanzan a comprender, y no para
sí mismo, para poder vivir mejor sin trabajar. Después
de interminables discusiones y acusaciones subidas de tono llegan a
un acuerdo: Lucio entrega las planchas con las que elaboran los cheques
de viaje y el Banco retira la demanda.
No solo
no entendían su actitud los directivos americanos. Las autoridades
francesa tampoco alcanzan a comprender su entrega a la lucha contra
las injusticias. Durante uno de los registros de su casa, la policía
encuentra un cheque auténtico, firmado para poder cobrarlo, y
Lucio nunca hizo uso de él. Este cheque se lo había proporcionado
años atrás un directivo del Barcelona cuando por un procesamiento
tuvo que salir de España para evitar la cárcel. Quien
le proporcionó un perfecto pasaporte falso para irse a América
fue Lucio. El directivo, tratando de compensar su noble gesto, le entregó
el cheque. Las autoridades se preguntaban ¿por qué no
ha hecho uso de este cheque legal y fabrica cheques falsos?
Tampoco
era entendido entre los presos de la cárcel. En realidad era
un bicho raro para chulos de putas que se muestran orgullosos de vivir
del dinero que obtienen con la prostitución de algunas mujeres,
traficantes de todo tipo, sicarios... No podían comprender cómo
un hombre falsificaba documentos para ayudar a gente perseguida en lugar
de hacerlo en beneficio propio. La cárcel fue una dura experiencia
para una vida ya marcada por el sufrimiento. Lo que le salvó
a Lucio de perder la vida o el sentido común en situaciones límites
fue la intuición y el trabajo.
El sufrimiento
no solo fue durante su niñez. Las decepciones vienen con la edad,
cuando las penas son más profundas, más dolorosas, cuando
se conoce el desengaño y se es más consciente de todo.
El conocido modisto Paco Rabanne adquirió una antigua fábrica
de la época de la Primera Guerra Mundial para rehabilitarla.
Le encarga el proyecto a Lucio, que se muestra encantado. Por fin, sin
patronos, entre los compañeros se muestra dispuesto a armonizar
la práctica con sus ideas. La realidad, un auténtico fracaso;
los revolucionarios no acuden a trabajar. Lucio empieza a comprender
que al revolucionario se le conoce por el trabajo, pero los más
revolucionarios, los más radicales, aunque sin patrono, le tienen
alergia a la tarea. Ellos están destinados a transformar el mundo,
no a ir todos los días a trabajar. Sin embargo, la revolución
no se alcanza por un hecho aislado o heroico, sino con el trabajo y
el ejemplo diarios. La revolución es una forma de vida, no es
un puerto o estación a los que haya que llegar, es un interminable
camino que ha de ir recorriendo la humanidad. Alcanzar una revolución
final, si es que existiera, supondría el final de la vida humana.
Una revolución nunca se puede dar por concluida, entre otras
razones porque la imaginación humana no puede alcanzar a vislumbrar
todo cuanto una sociedad puede desarrollar o realizar. Cuando una revolución
triunfa, inmediatamente muere, porque siempre hay algo por cambiar que
está en el horizonte de la humanidad.
Otro tema
de reflexión que nos plantea Lucio es el de la violencia, un
drama anarquista. El uso de esta implica una contradicción irresoluble
para el libertario. Aquel que la utiliza puede cambiar la realidad social
al menos por un tiempo, a través de la fuerza o del terror, pero
acaba siendo compañera inseparable y herramienta de viaje, y
se concluye cometiendo injusticias similares a las que realizan los
opresores a los que se combate. A la larga se acaba utilizando no contra
el enemigo contra el que se empezó a utilizar, sino contra todo
aquel que acabe disintiendo de la opinión del que la usa, que
suelen ser los compañeros de viaje. Los pasos de Lucio han ido
encaminados a la consecución de los objetivos sin el uso de la
violencia física, sin víctimas. Hábil y astuto,
cuando la policía quería echarle el guante ya había
desaparecido con el botín. Empeñado el Poder en transmitir
la idea de que el anarquismo es la respuesta violenta a situaciones
sociales, algunos compañeros parece que se han creído
el mensaje que emana de Arriba y actúan reproduciendo el esquema
que diseña el Estado. No es por la fuerza, es a través
del convencimiento mediante el conocimiento. El fin no justifica los
medios; los medios son los fines.
Habrá
quien pueda pensar que una editorial comercial, como es Ediciones B,
se haya prestado a publicar el libro de un anarquista por el hecho de
ser un fabuloso falsificador de cheques para estafar al Capital, cuando
poca atención presta a dar a conocer obras constructivas como
las de la Revolución española. Cuestiones como estas,
que se pueden plantear, son discutibles. Quizás alguien ajeno
a nuestros medios pueda confundir el mensaje. Mas de la lectura meditada
del libro creo que lo que transmite queda claro. Los trabajadores son
los que hacen los pueblos, que procuran que funcionen y que se pueda
vivir en ellos, y es el trabajo la base de una sociedad libertaria y
solidaria. Debe quedar claro que Lucio no solo falsificó cheques
para la causa, preparó en muchas ocasiones pasaportes para que
los compañeros pudieran salir de situaciones muy difíciles
en países con dictaduras y golpes militares que al grito descerebrado
de ¡viva la muerte! tratan de erradicar el pensamiento.
Amador