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Luis García Gallo, COQ

El día 21 de setiembre falleció en Barcelona Luis García Gallo, uno de los principales creadores del cómic en Francia. El gran dibujante hizo su carrera en París, bajo el seudónimo de Coq, traducción francesa de Gallo. Había nacido en Toro (Zamora) en 1907, pero desde muy niño vivió en Bilbao, cuyo acento no perdió nunca. Fue aprendiz y botones de un cine y asistía a las clases de violín en las Escuela de Bellas Artes. En el cuarto curso entró a formar parte de una pequeña orquesta de cabaret. Aprendió a leer en los tebeos, donde encontró sus primeros héroes, El explorador Plin, Cocoloche y Tragavientos y decidió aprender a dibujar en la Escuela de Artes y Oficios de Achuri. Su meta era ser dibujante de prensa en Madrid, como Bagaria, Tovar o Xaudaró. Pero no era fácil entrar en los grandes rotativos y al principio tuvo que conformarse con dibujar publicidad para una imprenta de la Corredera Baja, en los membretes de las bolsas de papel de estraza destinadas a las tiendas de ultramarinos finos, en los que el nombre del tendero, rubricado con caligrafía inglesa, aparecía junto a las medallas ganadas en las exposiciones de París, Lieja o Bruselas, y los chorizos de Cantimpalo, el cordero lechal, y los garbanzos de Fuentesaúco.

Su dedicación exclusiva al dibujo periodístico la realiza durante la Guerra Civil. Hace carteles, aleluyas satíricas, caricaturas, colabora en la prensa libertaria Tierra y Libertad, Solidaridad Obrera, Fragua Social, en la revista Diana, órgano del X Cuerpo del Ejército del Este (Segre), crea portadas y viñetas para las publicaciones de Episodio y Anecdotario de la Guerra y la Revolución. En 1938, se traslada a Barcelona, donde prosigue su labor de dibujante al servicio de la causa republicana, hasta ser incorporado al Ejército del Este, en la zona de Noguera Pallaresa, bajo las órdenes de Gregorio Jover y el comisario político Juan Manuel Molina, Juanel.

En enero de 1939 sale con su ejército de Puigcerdá y es internado en el campo de concentración de Mont-Luois y después en Argelès-sur-Mer. A principios de 1941 consigue llegar a París, ocupado por los alemanes. Su primer empleo es dibujar placas de matrículas en la fábrica Peugeot. Hasta el día que se presenta en una agencia donde solicitan dibujantes humorísticos. La cola de candidatos es larga, pero las historias sin palabras, por su desconocimiento del francés, de García Gallo son elegidas. El éxito fue inmediato, tanto por parte de los lectores como de los editores. Sus dibujos, bajo el seudónimo de Coq, aparecen en las publicaciones: Point de Vue, Ici-Paris, Constellation, Voilà, La Presse, Nouveau Candide, Paris-Presse, L'Intransigeant, France-Soir y, sobre todo, en Jours de France. En sus dibujos cultivaba la expresividad, la belleza, el humor, la gracia, la picardía, pero jamás la obscenidad. Sus historias -decía- eran para niños de tres a ochenta años. El nombre de Coq se internacionalizó a través de las aventuras de Nanette, Mamz'elle, Azor, Gudeamus... Las agencias distribuyeron sus dibujos por Europa y América. Sus personajes, interpretados por actores, fueron llevados al cine por Xavier Gelin, productor-director de la firma parisina Hugo-Films.

En el centro, con gafas, Luis García Gallo. A su derecha con el pelo blanco, el pintor Pachi Bengoa, amigo de infancia de Gallo

Su pasión por el dibujo, la línea pura de los artistas egipcios, le llevó a interesarse por la egiptología. Admiraba la civilización egipcia por expresarse y crear una cultura sin palabras, solo con signos y jeroglíficos. Su hallazgo de la unidad de la medida egipcia fue la clave para comprender el lenguaje matemático con el que se expresa en la Gran Pirámide, la hipotenusa y no los lados y catetos, que plasmó en su libro De las mentiras de la egiptología a las verdades de la Gran Pirámide, que aparecen en la Editorial la Gran Enciclopedia Vasca, en 1978. Otro de sus insólitos descubrimientos es la identidad de la momia de Tutancamon. En puridad, según su criterio, pertenece a una de las hijas de Amenofis IV, muerta de parto.

A su regreso a España, tras un exilio de más treinta años, se instaló en Barcelona.

Antonina Rodrigo

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