CNT
1939-1951. El anarquismo contra el Estado franquista
Abel Paz
Paz,
Abel: CNT 1939-1951. El anarquismo contra el Estado franquista, Madrid,
Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2001.
Las
publicaciones de Abel Paz son a estas alturas, además de numerosas,
relevantes. Una faceta la componen los varios tomos autobiográficos
publicados en la última década (Chumberas y alacranes,
Al pie del muro, Entre la niebla, Viaje al pasado) en los que se muestra
como exquisito escritor (sobre todo, a mi gusto, en el dedicado a su
infancia y adolescencia). La otra vertiente la ocupan sus estudios históricos
en torno a Durruti, la Columna de Hierro, la Segunda República,
la Primera Internacional y éste que nos ocupa sobre la actividad
de CNT entre 1939 y 1951.
El libro
que reseñamos es una reedición del redactado en 1977 y
publicado en 1982. Por eso cabe valorarlo desde dos momentos temporales:
momento de su escritura (1977) y momento de su reedición (2001).
Cuando lo leí en 1984 llegué a dos conclusiones: debía
mucho a los estudios de Antonio Téllez sobre los guerrilleros
y debía mucho a Juanel, y sin embargo parecía no deberles
nada porque su interpretación de los hechos se situaba más
bien en la corriente de los comités ortodoxos de la Rue Belfort,
de la que tanto Téllez como Juanel han abominado repetidamente.
Señalaba, pero no destacaba, que todos los comités nacionales
clandestinos caídos pertenecían a la rama minoritaria
posibilista, ni tampoco que la mayor parte de las acciones de choque
más que de la CNT ortodoxa partieron de las JJLL, bastante más
contundente en la práctica que la rama sindical, y a las que
tan ligado anduvo Paz. Y tampoco destacaba como cosa propia que por
muy politicistas y pactistas que fueran los 'colaboracionistas', su
peaje en años de cárcel fue sencillamente enorme.
Releído
el libro, creo que no queda tan en la penumbra como me pareció
entonces la opinión de la rama posibilista, pero sigo pensando
que domina la interpretación ortodoxa. Además es de ley
añadir la deuda, reconocida por Abel, para con Berruezo y Borrás.
Me extraña sin embargo que destaque la dependencia de Damiano,
ya que el malagueño para este periodo copia abundantemente a
Juanel. Y también añadiría, algo que no sabía
en 1984, las vivencias del autor. Ese misterioso informador (R. S.)
que nos relata los sufrimientos de los primeros años franceses,
la realidad de las cárceles y lo sucedido entre abril y agosto
de 1947 en España, resulta ser (no lo descubro, lo extraigo de
su autobiografía) Ricardo Santany, alter ego de Diego Camacho-Abel
Paz.
Aunque
a Paz le duela (también a mí), es la narración
de la derrota del anarquismo. La historia de un fracaso. Fracaso de
los 'ortodoxos' y fracaso de los 'colaboracionistas'. Cada rama pretendió
resolver el problema (acabar con Franco) a su manera: unos echaron mano
de la política, otros de las armas, aunque ninguno de modo exclusivo.
Nada se consiguió. Las consecuencias nos la expone Paz con claridad:
por vez primera el estalinismo fue capaz de morder en el predio anarquista
(prófugos declarados y notorios los hubo en cierto número),
se crearon partidos libertarios, el aburguesamiento se extendió,
cundió el desánimo, se dudó de la propia capacidad.
La CNT clandestina tenía la poderosa disculpa de la persecución
en España (varios miles de ejecutados y encarcelados y la violencia
ilimitada del franquismo). El Exilio, una vez superada la Segunda Guerra
Mundial, se justifica más difícilmente, a no ser que echemos
mano (lo que no es de recibo cuando se trata de revolucionarios) del
efecto de la naciente sociedad de consumo en Francia y del poderío
soviético (una prima para el estalinismo). Sorprende no poco
cómo un exilio que parecía poderoso en 1945 en media docena
de años se diluye, se aísla en Francia, vive políticamente
de espaldas al país de recepción y ni siquiera forja una
CNT francesa (lo exigible por la AIT a la que tanto, de nuevo nominalmente,
se recurre) y todo porque la reconquista de España actúa
como una obsesión. El fracaso del Exilio se magnifica al presentarse
fragmentado en 1977 (cuarenta años después de la guerra)
a la naciente CNT de España. Se fracasó como movimiento,
desde el instante mismo en que no se preservó la unidad, no se
fracasó a nivel individual: el periodo nos ha legado un amplio
ramillete de vigorosas personalidades (entre las que incluyo al propio
autor del libro) que, sin duda, ocuparán siempre un puesto sobresaliente
en la historia del anarquismo.
El circunstancialismo
desmedido del Interior, fruto de la mentada obsesión por echar
a Franco, es más comprensible (no más defendible), porque,
ausente la democracia interna en razón de la forzosa clandestinidad,
se convirtió cada vez más en unos simples comités
que sólo se representaban a sí mismos. Esos comités,
alejados ya de sus bases, pierden los papeles y se embarcan en pactos
antifranquistas con individuos que habían luchado arduamente
por el triunfo de Franco. Llega un momento en que parece que la CNT
se presta a ser el ariete de una operación monárquica,
supuestamente patrocinada por ingleses y americanos. La CNT, arrastrada
por un pragmatismo exagerado, se traga la solución de la monarquía
democrática. Abel Paz ve lo que no vio aquella CNT ¿cómo
iban a quitar a Franco los que nada habían hecho porque la Republica
sobreviviera si además podían valerse del argumento humanitario:
el cambio de tortilla iba a suponer otra matanza? Además Paz
cree que esa ceguera desencadenó la ruptura interna, sobre todo
porque la CNT reformista convirtió su apuesta democrática
en artículo de fe y obligó a la rama ortodoxa (mayoritaria
en Francia, pero muy débil en España) a oponerse. ¿Pero
qué hacía la ortodoxia en este terreno? Mientras gritaba
contra la participación de CNT en el Gobierno republicano, se
mantuvo en la JEL hasta su definitiva disolución (19-9-1947)
representada nada menos que por Miguel Vázquez Valiño,
San Sicart, Puig Elías y Germinal Esgleas. El 'circunstancialismo'
se dio en ambos bandos, no sólo entre los colaboracionistas.
¿Es
verdad que el arranque de la escisión es culpa de la política
de las democracias occidentales que engañó a muchos confederales?
Tengo mis dudas. Los problemas venían más directamente
de la guerra (y para algunos desde el Congreso de Zaragoza que unificó
siglas, pero no ideas ni comportamientos). No se olvida fácilmente
que se ha sido ministro, alcalde, concejal, capitán, jefe de
esto y de lo otro. Si ya desde el mismo julio de 1936 se pacta con los
hasta ayer pérfidos burgueses, malamente se deja de pactar al
día siguiente de la derrota. Es un proceso, para algunos, sin
retorno. El MLE salió herido de muerte de la guerra y agonizó
en un inacabable exilio y en una no menos larga clandestinidad.
El periodo
historiado por Paz es doloroso desde muchos puntos de vista: enfrentamientos
cainitas, cientos de fusilamientos de jóvenes (y menos jóvenes)
libertarios, encarcelamientos masivos de confederales que purgaron quince,
veinte o más años de prisión, surgimiento y extensión
del desencanto. Y aún lo es más porque Franco se murió
en la cama, eso sí, sufriendo lo indecible a causa de una familia
avariciosa, no de sus opositores políticos. Alguno dirá
que al menos se hizo lo que correspondía y que por nuestra parte
cumplimos. Insisto en que mi impresión es que se cumplió
(y hasta en exceso) a nivel individual, a nivel de pequeños grupos,
no de Organización.
Lo realmente
grave no fue fracasar contra Franco, al fin un asunto puntual. Lo realmente
grave es que muerto el Dictador las heridas internas no habían
cicatrizado, se habían enconado. El Exilio (ya apenas quedaba
nada en España de organización clandestina) se presentó
a la naciente CNT de España fragmentado y debilitado. Había
sido incapaz de crear una CNT francesa vigorosa y fue incapaz de favorecer
una CNT unificada en España. En este sentido el periodo baldío,
más que el de 1939-1951, ha sido el comprendido entre 1950 y
fines de siglo. Es ahora cuando empieza una nueva fase, que vehementemente
deseo fructífera, para la historia del anarquismo en España.
Los límites
cronológicos (1939-1951) propuestos por Abel Paz son discutibles,
no para la primera fecha, sí para la segunda. ¿Qué
ocurrió en 1951 para fijarla como límite de un periodo?
Sitúa como frontera la huelga barcelonesa de 1951. Me ha extrañado
que la interprete como «comienzo de una larga marcha del proletariado
a la búsqueda de su identidad» y no menos su confianza
en que ese trayecto se ha de recorrer una vez más con 'procedimientos
directos' sin intermediarios entre capital y clase obrera. Asegura que
no fueron los viejos militantes quienes iniciaron el proceso sino la
nueva generación nacida con el franquismo en la que se iban a
encontrar hijos de vencedores y vencidos (con el ejemplo del estudiantado,
tópico generalizado y que ha resultado ser un bluff de grueso
calibre). Enlaza de inmediato la fecha a la de 1961-1962, nacimiento
de CCOO como 'organismo episódico' que supone el inicio de la
recuperación de la memoria proletaria.
Pero entre
una (1951) y otra fecha (1961-1962) transcurre una década no
precisamente de luchas titánicas. Si nos empeñamos en
dar importancia destacada a esa huelga lo será como el fogonazo
final de un periodo, no como comienzo de otro. Tan fogonazo final como
los intentos de la CNT reunificada a comienzos de los sesenta de relanzar
la lucha directa: los jóvenes de 1936 peinaban canas, escondían
la calvicie con la boina, en su mayoría habían rehecho
su vida, y acabar con Franco se convirtió en tema de mítines
y tertulias no menos que la conmemoración de la revolución
de 1936.
En 1977
el asambleísmo imperaba, la CNT resurgió con un vigor
inesperado, no era una opción derrotada, seguramente Paz también
sintió que el corazón le latía con más intensidad.
De 1977 a 2001 mucho ha llovido y no precisamente en favor de la recuperación
de la memoria histórica proletaria, no se han impuesto los 'procedimientos
directos' entre capital y clase obrera, sino unos sindicatos que por
encima de todo han liquidado la clase obrera (quizás con la aquiescencia
de esa 'clase obrera"). Estas consideraciones de Abel Paz, esta
apuesta futurista, quemados veinte años no se ha cumplido, pero
podemos confiar en que la naciente generación para la que la
guerra, Franco y su contexto están a la misma altura que los
reyes godos, asuma los procedimientos directos y combata la nueva burocracia
sindical y su correlato cultural (la anticultura representada por la
televisión) .
No son
las memorias de un partícipe permanente de los acontecimientos,
precisamente por haber querido ser protagonista en la línea de
fuego. Llegado a Barcelona no transcurre mucho tiempo sin que se le
encarcele (diciembre de 1942-abril de 1947) y no goza ni medio año
de libertad antes de volver a la prisión (agosto de 1947-1952).
Paz tiene que enterarse de lo sucedido mientras habitaba las ergástulas
del franquismo, tiene que lanzarse a recoger datos y noticias, a interpretarlos
y a valorarlos. Y lo hizo bien, construyendo un estudio que permite
conocer los avatares de la CNT en el exilio francés y mejicano,
saber qué se decidió en los plenos de Muret y Mauriac
y en el congreso parisino de 1945 (demasiado parecido al de 1936 en
su ambigüedad), ver paso a paso cómo se va cuarteando lo
que parecía unido, lamentar todo lo concerniente al Consejo General
del MLE, seguir las andanzas de los guerrilleros pirenaicos, valorar
críticamente la ANFD, dolerse de la existencia de más
de un Melis, extrañarse de las continuas caídas de comités
nacionales (y no menos de la terquedad en mantenerlos pese a que voces
destacadas de la fracción, como Horacio Martínez Prieto,
lo desaconsejaran), etc. Lo más novedoso, creo, es lo referido
a esos cuatro o cinco meses que permaneció libre en la lucha
clandestina, preñados de acontecimientos de mucho relieve. Lo
restante estaba casi todo dicho, no estaba, eso es mérito de
Paz, reunido en un libro, relacionado con claridad y sencillez y redactado
con cariño y elegancia.
El libro
escrito en 1977 es un magnífico trabajo en contenido, orden,
ligazón y estilo y servirá para que la juventud estudiosa
conozca hechos y nombres que de ninguna manera merecen extraviarse en
el olvido.
La edición
de 2001 (mucho mejor impresa, presentada, ilustrada y completada con
algunos apéndices) decepciona un tanto por ser precisamente una
reedición, no una nueva versión. Lo deseable hubiera sido
una edición revisada a fondo, ampliada y matizada en más
de un punto. Cierto que el compañero Abel Paz, podría
decir con toda la razón del mundo, que ha construido una buena
casa y que el rascacielos lo deja a otros. Me pongo en su lugar: He
biografiado a Durruti, he sacado a la luz la Columna de Hierro, cuento
la historia de los cuarenta, me paso diez años en la cárcel,
tengo ochenta ¿quién es tan bellaco para censurarme? Yo
no, por eso no me ha decepcionado Paz, me ha decepcionado que veinte
años después este libro haya que reeditarlo tal como nació
porque nadie haya empuñado la paleta y la brocha, partiendo de
los sólidos cimientos de Abel Paz, levantado un par de pisos
más y extendido una capa de pintura.
El periodo
no puede limitarse a lo que sucede en Barcelona, Madrid y en la Valencia
de Pallarols. Nos hemos quedado en los comités nacionales reformistas
y sus aledaños, en los enfrentamientos franceses y en la lucha
guerrillera catalana. Sigue en la penumbra lo ocurrido en otros territorios
¿qué pasaba en Asturias, León, Galicia, Andalucía,
Canarias, Baleares? ¿Acaso hubo menos muertos en la guerrilla
andaluza que en Cataluña? ¿Acaso fue más violenta
la represión en Cataluña que sobre el campo andaluz? Un
libro revisado debería haber dado entrada a las muchas cosas
de interés escritas en estos últimos veinte años.
Además para algunos asuntos tratados explícitamente por
Paz hoy contamos con mejores mimbres (por ejemplo sobre el primer grupo
detenido en la comarca barcelonesa, las actividades del comité
Marcos, la ANFD o las trayectorias de algunos destacados compañeros).
Yo hubiera sido menos comprensivo con el CG del MLE y sigo pensando
que los comienzos de la reorganización en Francia tenían
que estar a estas alturas mejor dilucidados, como también lo
referido a la penetración franquista (sabemos muy poco sobre
los confidentes e infiltrados en los organismos del exilio), al papel
de Cerrada, etc. Y sobre todo hay que lamentar que de cientos de anarquistas
muertos en las sierras, de cientos de anarquistas envejecidos o muertos
en las prisiones no sepamos ni su nombre y apellidos correctos.
En 1977,
sí. En el 2001 sólo con Téllez, Juanel, Berruezo,
Damiano, Borrás y las experiencias de R. S. no se puede trazar
toda la historia anarquista del periodo. Hoy hay más de lo que
surtirse. Y no me refiero a archivos oficiales. Se han publicado monografías
valiosas sobre ciudades, comarcas y provincias. Numerosos compañeros
han redactado sus memorias y bastantes las han dado a la imprenta. Conveniente
y necesario es integrar en la historia lo que han escrito Ángel
Fernández, Ramón Álvarez W. Álvarez, Busquets,
Gómez Casas, Miguel Grau, Lamela, Liarte, Bernardo López,
José María Lorenzo, Marco Nadal, Martínez Mendiluce,
Fidel Miró, Francisco Moreno, Pachón, Sófocles
Parra, Carlos Pereira, Dionisio Pereira, Eliseo Fernández, Márquez,
Gallardo, Joaquín Pérez, Francisco Piqueras, Eduardo Pons,
Reguant, Serna, Souto, Suero, Broto, Temblador, Trenc, Vergara, Mercedes
Yusta y una muy larga serie.
Mar
Díez