LIZANIA
La voz
del Poeta sonó desde el otro lado del hilo telefónico:
-¿Es
la Fundación Anselmo Lorenzo?
-Sí,
buenos días.
-¡Hola!,
soy Jesús Lizano. He visto que figuro en la enciclopedia que
habéis editado y ahora que estoy en Madrid me gustaría
pasar por el centro para conoceros y regalaros un ejemplar de mi obra
completa para la biblioteca.
El Esbozo
de una enciclopedia histórica del anarquismo español de
Íñiguez no solo es un gran trabajo, sino que además
está generando nuevos contactos con compañeros que desean
enriquecerla con nuevas aportaciones y ampliaciones.
Después
de colgar el teléfono, cojo un ejemplar para ver qué dice
de Lizano. Cita muchas obras del poeta, pero hay pocos datos de su vida.
Como de todas maneras piensa pasar por la Fundación, procuro
tener paciencia para conocerle mejor.
Barbas
valleinclanescas nos saludan una mañana con un voluminoso libro
que contiene la obra completa: Lizania. Encantador, campechano y cariñoso,
Jesús se hace querer por su simpatía, buen trato, sencillez,
generosidad y profunda sabiduría. En él confluyen la poesía
y la filosofía.
Unos días
después de la visita, Lily Litvak tenía que presentar
el libro Musa libertaria en el Ateneo de Madrid y al pasarle la invitación,
Jesús se alegró de tener la oportunidad de conocerla,
entregarle un ejemplar de su obra y de acudir a la conferencia. Fue
un encuentro emotivo y enriquecedor, durante el que conocimos a nuevos
compañeros con los que pudimos charlar. Fue una semana muy viva.
Al día
siguiente telefoneó Paco Madrid, y como había vivido en
Barcelona, le pregunté si conocía a Lizano. «El
mejor poeta en lengua castellana del siglo», respondió,
«si la poesía es buena, cuando recita es supremo».
Pensé que era un gran amigo de él, que le quería
mucho, y que el cariño engrandecía al poeta más
de lo que se merecía. El martes día 10 de julio, Jesús
nos invitó a un recital. Su actuación era más que
poética. Él es la estrella, el centro del acto, pero todos
actuamos en su obra, participamos en su escenario. Todos vivos, voces
conjuntas que repiten al ritmo del poeta su canción. Jesús,
mientras tanto, como flor que se deshoja, pétalo a pétalo,
va mostrando de forma interminable, una tras otra, a veces simultáneamente,
las múltiples personalidades que hay en el poeta. De su obra
leída se extraen nuevas enseñanzas. Durante la recitación,
aflora más la emoción teatral que el elixir de su sabía
rima, que se puede alcanzar en los plácidos momentos de reposo
con la lectura de sus poemas, reflexionando sobres su significado.
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Jesús
Lizano y José Luis García Rúa en el Ateneo
de Madrid |
Nos contaba
que de niño era un poco desastre y que no hacía nada más
que repetir cursos y cursos, y su madre empeñada, una y otra
vez, en que el hijo continuara estudiando para que fuera algo en la
vida. Cansado de los Escolapios, visto que no iba a repetir más
cursos en ese colegio, su rebeldía juvenil, aún inconsciente
(que años más tarde comprendería en toda su magnitud),
gritó: «Si vuelvo a este colegio será para quemarlo».
Hoy, muchos años después, entiende y explica la metáfora
de su grito desesperado ante la opresión educativa.
En su inquietud
juvenil comenzó como actor de teatro, pero el sabio era incapaz
de memorizar y de repetir el texto de las obras que iba a representar.
Su personalidad y actuación eran excelentes y los directores
no querían perderle y le animaban a que dijera lo que quisiera
si no se acordaba de las frases del personaje. Lamentablemente, aquello
no funcionó.
Profesor
de filosofía durante años en un instituto, anunciaba a
comienzos de cada curso que no habría exámenes, que todos
los alumnos estaban aprobados. Así podrían disfrutar,
con amor a la asignatura, del conocimiento sin opresión. Pero
Jesús baja del mundo real poético (la anarquía,
mundo al que caminamos) para situarse en el mundo real político
(el que vivimos) y aclara que si en lugar de impartir esa materia hubiera
tenido que enseñar matemáticas o lengua, la situación
hubiera sido otra.
Después
de su experiencia teatral empezó a forjarse un gran poeta. Sabio,
comunicador, psicólogo, en su recital-actuación nos dio
a conocer su vida y obra mostrándonos su sensibilidad, nos hizo
pensar en el complejo mundo humano, con sus emociones y angustias, y
disfrutar durante más de una hora de su voz. Ya entonces empecé
a comprender que el cariño del amigo al calificarle del mejor
poeta no tenía nada que ver, que había objetividad en
su apreciación. Una pena no haberle conocido antes y haber podido
disfrutar de los momentos mágicos que crea. A partir de ahora
no debemos perder ninguna oportunidad, y animamos a los compañeros
a incluir en las jornadas culturales que organicen la sesión
de Jesús Lizano de Berceo. Todo el mundo se alegrará de
poder disfrutar y conocer Lizania.
Amador
COMENZÓ
porque me limitaban los años
doce años, quince años, veinte años...
Eran límites, eran fronteras soportables:
el año que viene, cuando cumpla treinta años,
el año pasado, el nuevo año...
Eran límites amplios,
era posible la lejanía, el horizonte,
¡por muchos años! Los espacios
dominaban el tiempo,
recibías la aurora, despedías la tarde
ampliamente y amabas
dulcemente los sueños.
Los años eran los carceleros
pero rondaban muy distanciados.
¡Había quien vivía cien años!
Más tarde, comenzaron los meses a limitarme,
aparecían súbitamente, todo era muy distinto,
el tiempo dominaba a los espacios,
era un límite más agobiante,
estaban más próximos los carceleros,
¡eran carceleros!:
el mes que viene, dentro de unos meses,
me oprimían mis propios límites,
¡originaba límites!
Qué había sido de aquellas apacibles distancias,
hay tiempo por delante, decía,
cómo me limitaban los años.
Ahora miraba con recelo todas las cosas,
nueve meses, tres meses, un mes de plazo,
meses, meses volando sobre los sueños.
¿Y las semanas?
Dejaron los meses de ceñirme
y un nuevo límite me controlaba, una nueva medida
extendida por todo el mundo,
cubriendo de espejismos todas sus galerías.
Contaba la vida por semanas,
semana tras semana.
Los carceleros eran los oficiales de semana,
me distraían, me envolvían en las verdades falsas,
la próxima semana, dura muy poco una semana,
la semana santa,
mi mundo era la semana, la realidad era la semana,
la semana, sólo existía la semana.
Qué era un mes sino cuatro semanas
y qué era un año sino cincuenta y dos semanas...
Y contaba las semanas
y veía la humanidad ansiosa
forzada a la semana, viviendo para el fin de semana, /vivos libres
sólo el fin de semana.
Después fueron los días,
empecé a contar los días,
me sobresaltaban los días,
era cuestión de días,
pesaban enormemente los días
y deseaba a la vez que pasaran los días
y que no pasaran...
Me aferraba a los días, ¡buenos días!,
el día estaba allí, era un carcelero inamovible,
/omnipresente,
todo lo medían los días,
¡no era libre! ¡No podía ser libre!,
el día de mi boda, el día de mi licenciatura en filosofía,
apenas encontraba un hueco para mi aventura,
apenas quedaba espacio y yo necesito espacio, /mucho espacio,
no podía salirme de los días,
un día y otro día,
el día de las fuerzas armadas, mañana será otro
día,
¡otro día!
Crecía la muralla de los días,
el circo de los días, un día se comía a otro
día,
los límites eran insostenibles,
días de ayuno, días de alegría
pero todo medido, era preciso obedecer al día,
despertarse al despertar el día,
dormirse al dormirse el día,
¡la orden del día!,
un día es un día, en los próximos días...
Ahora, mientras escribo este poema,
ya no cuento los días sino las horas,
faltan tres horas, dura cuatro horas,
qué hora es, a qué hora...
Los carceleros se han convertido en mi sombra,
apenas hablo, las horas se confunden y me confunden,
límites, límites, la tarde, la mañana, el mediodía,
una hora cae sobre otra hora, aplasta a la otra,
una hora es como otra hora,
hora adelantada, horas extraordinarias, ¡hace horas /extraordinarias!,
la danza de las horas, horas perdidas, el récord de la /hora,
no somos seres, somos horas, cuerda de horas,
una cada dos horas, cada seis horas,
y suenan las horas y ya sólo puedes oír las horas,
y todo ha de moverse en un horario,
todo ha de estar a su hora,
todo tiene su hora,
cuántas de mis horas son mis horas,
media hora, un cuarto de hora, ¡la hora!
Me destruye pensar que he nacido para las horas,
abro las manos y las tengo llenas de horas.
¡Ah, carceleros, horas terribles que nubláis mis ojos!:
dentro, os llevo dentro, estoy lleno de carceleros, de /sombras.
No quiero ni pensar cómo será mi vida
cuando dependa de los minutos, cuando
sean ellos mis carceleros y no existan
los espacios, los sueños, las dudas,
cuando mi cuerpo sea un garaje de minutos,
minutos, minutos, no tengo ni un minuto, sólo cinco /minutos,
todo sucederá en minutos, qué hará de mí
la furia de /los minutos,
cuando no pueda perder ni un minuto,
cómo podré soñar o rebelarme en un minuto,
qué humillación me aguarda cuando en mi vida
sólo se muevan las agujas de los minutos,
qué espacio puede haber entre minuto y minuto.
¡Qué oscura noche había en vosotros, meses, años,
y qué traición vuestros espacios!
¡Erais minutos, minutos, sólo minutos!
¡Que se hunda el mundo será cuestión de minutos!
Finalmente, finalmente, ah, finalmente,
cuando apenas aliente un soplo en mis sentidos,
y sólo existan los segundos, sean los segundos
los que ciñan mi cuerpo, mi vida,
todo mi ser un carcelero monstruoso, un áspid, una /víbora
destruyendo los últimos reflejos,
todo el mundo un carcelero horrible,
y cuando todo sean fantasmas y las ideas se
/conviertan en nubes
y los sentidos en cavernas
y en los últimos segundos
pasen los años, los meses, los días, y las horas
convertidas en aire
y se cierren mis ojos y los rostros sin vida
rían como nunca por todos los abismos del mundo,
cómo desearé seguir prisionero del tiempo,
cómo amaré al tiempo -¡yo era tiempo, dolorosísimo
/tiempo!-,
cómo amaré los límites -sólo ellos no
estaban
/muertos-
los años y los meses,
los días y las horas y los minutos,
todos los límites del mundo.
¡Cómo me arrancará la eternidad del tiempo!
Jesús
Lizano de Berceo
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